Estoy descubriendo que al igual que hace tres años escribí largos y tendidos párrafos, ahora mis palabras son más parcas no por tener menos entusiasmo, ni mucho menos, si no porque considero que lo vivido en este último viaje a Senegal es algo más personal y difícil de transmitir en unas cuantas líneas.
Senegal, Demba, Cheikh, Bandafassi, Assanatou, Binta…forman parte de mi familia (entendiendo familia como la red de personas que tú eliges para te acompañen en un divertido viaje “la vida”) y los lazos que hemos establecido a pesar de que la distancia en muchas ocasiones juegue a debilitarlos siguen estando presentes. Tengo ganas de volver a casa (entendiendo casa como aquellos lugares en los que uno se siente confortable, relajado, y dónde tiene ganas de volver).
Tengo ganas de volver, tengo ganas de volver a convivir, de volver a crecer con ellos y de reír.
Si hay algo que ha sido clave para establecer estas relaciones ha sido la cooperación. Cooperación entendida como ganas de ayudarnos unos a otros, hombro con hombro, codo con codo, con el ánimo de escuchar el aliento del otro y sus quejas o ilusiones, y que te permite conocer a las personas y concerté a ti mismo. Si algo he echado de menos en este último viaje ha sido un período más largo de cooperación, pues este viaje llevaba una carga más intensa de turismo que ha sido maravillosa pero diferente.
Sé que no es un texto muy enjundioso, pero como dije al principio hay emociones que han de guardarse a buen recaudo para desempolvarlas cuando de nuevo vuelvas a encontrar a las personas con las que las compartiste.
Gracias a mis inseparables compañeras de viaje, Patri, Esme, Ana por querer compartir esas semanas conmigo.
Gracias a Demba por estar siempre atento, disponible y de buen humor.
Gracias a Chiekh, por abrirnos las puertas de su casa para disfrutar de su familia y de sus quehaceres.
Gracias Haruna, Doba a todos los guías y amigos de Demba, que siempre están dispuestos a mostrarnos las maravillas de la gente que habita